Y saciamos las ganas de más

No hace mucho que tuvimos la ocasión de asistir a la presentación de la 269-324-0, acto incluido en la firma del acuerdo de colaboración entre Alsa Rail y las asociaciones de amigos del ferrocarril de Madrid, la AAFM, y de Zaragoza, la AZAFT. En nuestra crónica del evento, manifestábamos nuestras ganas de más, y poder viajar con Elena, nombre con el que se le ha bautizado, al frente del tren. No tardó en cumplirse el deseo y, el pasado 18 de junio, la flamante «Japonesa» estaba al frente del llamado Tren Tierras de Castilla, rumbo a Medina del Campo. Por supuesto, allí estuvimos.

Eran las nueve de la mañana cuando la estación de Madrid-Chamartín recordó los años en que era la cabecera de los grandes expresos, cuyos coches y furgones llenaban de color amarillo y azul los viejos andenes, hoy en proceso de modernización. Poco después, el Tren de los 80 de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Madrid iniciaba su viaje y, después de dos paradas en Pitis y en Villalba, se dispuso a recorrer la antigua línea «Imperial» hasta nuestro destino. Nos esperaba la bella localidad vallisoletana, uno de los grandes feudos de la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España y uno de los grandes nudos ferroviarios del ferrocarril español.

A buen ritmo, la composición atravesaba la sierra de Guadarrama, brindando al viajero los bellos paisajes de la zona, para adentrarse en la llanura de la Meseta castellana. Ante nuestra vista, nos saludaban las murallas de Ávila, las torres mudéjares de Arévalo o las antiguas estaciones de la línea, muchas de ellas cerradas y abandonadas, ausentes ya algunos de los edificios que antaño compartieron el ir y venir de los paisanos de la zona.

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Por fin, rondando ya las 11 y media, bajo la mole de ladrillo del magnífico Castillo de la Mota, testigo privilegiado de la llegada del Tren Tierras de Castilla, «Elena» y los cuatro coches a los que daba tracción, la composición entraba en la extensa playa de vías de Medina del Campo. Poco después, una vez terminada la maniobra de inversión de la locomotora, tuvimos tiempo libre para pasear por las calles de la localidad, visitar los lugares en los que pasó sus últimos días la reina Isabel la Católica o, como fue nuestro caso, permanecer en la estación, disfrutando del tráfico ferroviario que, pese a ser sábado, podría circular por allí.

Finalmente, después de un día de trenes y de reencuentros con viejos amigos, llegaba la hora de regresar a Madrid. Eran las 6 y media cuando «Elena» hizo silbar su silbato y, de nuevo, con su marcha suave, recorrió de nuevo la vieja Línea General del Norte, dejándonos de nuevo en la estación de Chamartín. Quedaba atrás una agradable jornada en la que, pese a los buenos ratos vividos, nos dejó un poso de tristeza al ver tan vacíos los andenes que, años atrás, rebosaban de trenes y de vida. Suponemos que el progreso conllevará esas cosas, aunque nos cueste entenderlo, pero así es la vida. Sólo nos queda esperar un nuevo viaje, al que, si las circunstancias nos lo permiten, intentaremos acudir.

Gracias a todos los que lo hicisteis posible.

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