Pueblos que fueron: Armunia

Visitando nuestra querida León, vieja población romana y capital de uno de los antiguos reinos que conforman nuestro país, tenemos noticia de un barrio que tuvo su propio ayuntamiento: Armunia. Impulsado por la atracción que sentimos por los pueblos anexionados, hasta allí nos dirigimos. Para ello, usamos la línea 1 de los autobuses urbanos leoneses, aunque no es difícil llegar caminando. Apenas 40 minutos de paseo llevan al paseante desde la estación de tren hasta Armunia, a los que hay que sumar 15 minutos más si se desplazan desde la Catedral.

Por lo general, la anexión de un municipio por otra localidad suele ser provechoso para el primero que, aunque pierda su independencia como pueblo, se beneficia con los servicios que el segundo le ofrece. Sin embargo, este no fue el caso de Armunia, cuya incorporación a León supuso entrar en un acusado periodo de decadencia. Pasear por Armunia es visitar la decadencia. Viejas fábricas en ruinas, solares y aceras descuidadas rodean al caminante que, impotente, ve como el deterioro se extiende por una localidad que vivió tiempos de mayor esplendor. Los amplios descampados parecen denunciar la desaparición de muchos edificios, casi la manzana completa.

Es por esto que poco hay en Armunia que se merezca destacar. Tan solo la modesta espadaña de la iglesia de San Martín, templo de ladrillo visto que evidencia las profundas modificaciones sufridas con los años. Aunque su aspecto parece evocar los siglos XVI o XVIII, pocos elementos nos evocan su pasado, que parece remontarse a épocas más cercanas.

Nuestra vista se fija en un detalle. En la pared frontal de la parroquia encontramos algo que evidencia que hay más historia en este lugar que la que permite evocar su imagen. Allí, entre dos vanos, ocupados por sendas campanas, vemos una pequeña piedra blanca, cuya inscripción no alcanzamos a descifrar. ¿Alguna lápida fundacional, o un resto procedente de otro lugar? Sea como fuere, nos gustaría creer, nos hallamos ante un resto de alguna iglesia anterior.

Cruza por Armunia la llamada Presa del Bernesga, un canal de origen medieval que riega las tierras de labor de la comarca y que, en los tiempos en que España era rica en industrias, sus aguas movían molinos harineros y otros ingenios hidráulicos. Su aspecto, descuidado, se asemeja más a un arroyo que a un canal, o presa, como se les conoce en las tierras leonesas. Si el Canal de Castilla o el Imperial de Aragón constituyen hoy día ricos activos turísticos, ¿por qué el de León languidece, siendo más antiguo y, por ello, más importante desde el punto de vista histórico?

Por Armunia pasa la vía de un tren que nunca se detuvo. Se encuentra entre dos triángulos ferroviarios, usados por los trenes de mercancías y, durante años, por los Alvia de Asturias, obligados a invertir la marcha gracias a la ocurrencia de hacer León como estación término después de clausurar la histórica y entrañable estación del Norte. Una idea más de un país que parece tener alergia al ferrocarril como servicio público que una poblaciones y vertebre territorios.

Un decreto fechado el 21 de marzo de 1970 terminó con la independencia municipal de Armunia, quedando agregado a León, contando desde entonces con un alcalde pedáneo. No fue el único. La capital del antiguo reino, uno de los puntales de nuestra actual España, incorporó más poblaciones a su territorio. Las visitaremos, y aquí lo contaremos.

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